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Mi supervisor me acosó sexualmente #MeToo

Mourka Meyendorff (ella/él)

Charlie Vreeland era el director del Paterson National Bank, en la calle Market de Paterson, Nueva Jersey. Era un hombre pequeño, calvo, de unos 70 años, con aire de importancia, sentado detrás de su enorme escritorio de caoba, en la habitación con alfombra roja contigua a la sala principal del banco. Era un viernes por la noche, cuando todos trabajábamos en los turnos de día y de noche, con tiempo libre para cenar. Las atareadas cajeras estaban apostadas en las ventanillas de la sala grande y los pequeños directores se sentaban en la sala contigua detrás de sus escritorios de caoba.

Yo era la chica nueva de la planta, tenía poco más de 20 años y llevaba pocas semanas trabajando de cajera. No me gustaba especialmente este trabajo, pero era mejor que el de operadora en Bell Telephone, donde trabajaba por la mañana, me iba a comer y nunca volvía. En el banco, antes de que existieran los ordenadores e Internet, la información de los clientes se escribía en tarjetas que utilizaba el personal del banco y recuerdo que me sorprendió ver la palabra "de color" junto a varios nombres en las tarjetas. Sabía que era injusto. Era 1970.

Unas semanas antes, estaba aburrido y había activado la alarma junto a mis rodillas para ver qué pasaba. Varios policías muy guapos llegaron en pocos minutos para detener el robo antes de descubrir mi "error". Me reprendieron por mi torpeza y me hicieron prometer que no volvería a tocar la alarma. Nunca lo hice, pero en mi fuero interno me alegré de haberle dado una pequeña sacudida a este sistema injusto.

Los viernes por la noche, el banco estaba siempre lleno de clientes, que rellenaban formularios, hacían cola, realizaban transacciones y hablaban con los cajeros. Charlie siempre estaba borracho los viernes por la noche, ya que se había tomado varios martinis durante su descanso para cenar. Tenía la cara más roja que de costumbre y soltaba una risita mientras hablaba.

En las noches de viernes anteriores, vi a Charlie aburrirse en su escritorio, ponerse de pie y con su incesante risita de borracho y aliento fétido, caminar hacia el departamento de cajeros y uno por uno, pellizcar los culos de los cajeros ocupados desde atrás. Nadie decía una palabra por miedo a perder su trabajo o quizás había algunas mujeres que disfrutaban de la atención, no lo sé, pero yo estaba horrorizado y temía los viernes por la noche. ¿Cómo reaccionaría si me hiciera esto? Hasta ahora, Charlie había pasado de mí, quizá porque era nueva. Sin embargo, intenté prepararme para la embestida, ya tenía un pie fuera de la puerta. No me costaría mucho renunciar.

Este viernes por la noche, estaba especialmente ocupado debido a las próximas fiestas. Estaba hablando con un cliente y no vi venir a Charlie. No estaba preparada cuando sentí su mano apretándome el culo, sentí su aliento caliente a alcohol soplándome en el cuello y oí su risa penetrante en mis oídos. Grité y medio me caí del taburete, con los papeles y los lápices volando por los aires. Recuperé el equilibrio y miré su patética cara que pasaba de un color rojo a una especie de color violáceo y grité para que me oyera todo el banco: "¡Charlie, quítame las manos de encima y vete al infierno!".

Perdí el trabajo en el acto. Me puse el sombrero y el abrigo y salí a la calle, respirando aliviado el aire fresco.

P.D. El lunes por la mañana me dirigí en coche a las oficinas principales del Paterson National Bank. Marché a la oficina ejecutiva, les conté lo que había ocurrido el viernes por la noche y exigí una recomendación alta en caso de que quisiera trabajar como cajero en otro banco. Les dije que si no me daban una recomendación antes de que acabara la semana, iría al periódico local y contaría las noticias sobre los hábitos de bebida de Charlie Vreeland y sus prácticas de pellizco.

A los pocos días, recibí por correo una brillante recomendación del Paterson National Bank que, afortunadamente, nunca tuve que utilizar. Me despedí de Paterson, Nueva Jersey, y volví a Nueva York, a mi subarriendo de la calle 99 y la avenida West End. Me voy a las aceras de Nueva York, a hacer audiciones para espectáculos y a esperar un golpe de suerte.

  • #MeToo envío de historias compartido por Mourka Meyendorff

2 Comentarios

  1. Bien contada e inspiradora. Es una historia importante que contar. Gracias por compartir tu experiencia, reflexiones y sabiduría.

  2. Puedo oír tu voz al leerlo. Bien escrito y me encanta tu franqueza.


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