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Solos juntos: Ashley DeBoer

La culpa de una pandemia mundial

- Ashley DeBoer (ella/él)

Volver cuando me COVID - 

Aún no he asimilado del todo lo que me está pasando ni cómo me siento, pero me vienen a la cabeza algunas palabras: sombrío, oscuro, cruel y desalentador. No puedo huir de él, ni puedo esconderme, porque está aquí y se ha instalado en mis pulmones. Ahora llevo sobre mis hombros el peso de la salud de todos; tengo más miedo por los que he amado, y tocado, y compartido algo que ellos nunca se atreverían a desear. Es una pandemia mundial, y nadie tiene la culpa, y yo juré que tenía cuidado, pero no el suficiente. 

Me arriesgué y ahora pago el precio, pero el coste es demasiado alto para lo que disfruté. Puedo enfadarme y gritar al mundo por las enfermedades o a Dios por poner esto en las cartas, o por mi mente ingenua perdida en la pasión por viajar. Pero la verdad es que estoy asustada y triste. 

Tengo miedo por los que he infectado, miedo de ser la razón por la que sufren, la razón por la que crece el resentimiento, pero sobre todo, estoy triste. 

Triste, que estoy enfermo. 

Es triste que el mundo parezca tan grande y libre y yo esté encerrada en mí misma, preguntándome si este dolor en el pecho y en las costillas desaparecerá algún día. ¿Volveré a sentirme yo pronto? 

Es triste que haya puesto en peligro a tanta gente que quiero... ¿para qué? Por algo de libertad para y, libertad para ir, libertades que simplemente ya no pertenecen a la vida cotidiana. Libertades que deberían haber quedado en suspenso, pero no pude hacerlo. Me sentía despojado de lo que era, y rara vez me gustaba en lo que me estaba convirtiendo: aburrido. 

Triste, que mi ego se interpuso en el camino. Triste, que este virus se está apoderando de mi vida. 

Quizá algún día recordemos esto y nos riamos de los días que pasamos encerrados en casa, con la compra entregada y las cenas en la puerta. Me siento tan extraña y desconectada, incapaz de mirar a la gente a los ojos, temerosa de que vean a través de mi menguante ser. Siento una pesada nada codificada en la incertidumbre, pero en medio de todo el dolor, veo que hay esperanza. Hay paciencia. Hay bondad y compasión. 

Quiero recordar estos días por la profundidad, el examen de conciencia, el reavivamiento de la salud. No será así para siempre, pero mientras escribo y me siento abrumada por la ansiedad de lo que ya no puedo controlar, rezo para que Dios perdone y para que yo también pueda perdonarme algún día. 

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